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XXIII Congreso Pedagógico 2018 

EDUCACIÓN, DEMOCRACIA Y RESISTENCIA
LUCHAS Y SOBERANÍAS PEDAGÓGICAS

Ponentes: Amancay Benetti y Paula Galigniana

Título: Colectivo Escuela… Nuestras resistencias pedagógicas

 

Palabras clave: Primaria. Política educativa. Educación pública. Lo público/lo colectivo. Derecho a la educación.

"Los que solo tienen aspiraciones individuales

no pueden entender el sueño colectivo."

Presentación

Somos mujeres trabajadoras organizadas, educadoras populares que transitamos, todos los días, aulas de escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires. Formamos parte de instituciones postergadas por más de una década con Mauricio Macri como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y desde aquel entonces por la gestión del Pro.

 

Trabajamos en barrios de la zona sur de la Ciudad. La población que asiste a nuestras escuelas vive en barrios humildes, en villas, en casas-talleres textiles y en conventillos, en condiciones precarias sostenidas por escasos ingresos generados en trabajos temporales y precarizados. Situación que se vio agudizada por el avance neoliberal que ya cumplió tres años en nuestro país y se instaló fuertemente en la región.

 

La política educativa no quedó afuera de los ajustes que se impusieron desde el FMI y las consecuencias se pueden vivenciar día a día en la escuela en recortes tan burdos como las raciones de comida, tanto en cantidad como en calidad, incluso en la ciudad más rica del país.

 

Este modelo político y económico, que gestiona el Estado argentino desde el 2015 y su correlato local en la Ciudad de Buenos Aires desde hace una década, necesita indefectiblemente del individualismo y la desintegración social para lograr imponerse. Desarmar y desarticular las tramas de la organización, la solidaridad, el respeto y la salida colectiva estuvieron presentes en todas y cada una de las intervenciones sociales de este gobierno. La cultura del “emprendedurismo”, a modo de ejemplo, potenciada con políticas sociales de marcada tendencia meritocrática y focalizada son un claro ejemplo de estos procesos de desintegración donde todo depende del esfuerzo individual y enfrenta a pobres contra pobres. “Pobres pero limpitos” diría una señora de la vieja Sociedad de Beneficencia para clasificar a quienes no obstante su condición económica habían logrado insertarse desde el sometimiento a las reglas de juego de lxs patronxs. Para lxs otrxs, para lxs que obstinadamente siguen apelando a la organización, a la lucha colectiva, a la mirada de la sociedad como un todo, este modelo les depara una sola respuesta: la represión.

 

En términos estrictamente educativos, este modelo neoliberal viene a imponer la idea de educación como una mercancía que se puede comercializar como cualquier otra, y en ese sentido el docente se convierte en un mediador entre un servicio y un cliente. Desde de esta mirada el trabajadxr de la educación como sujeto social e institucional que funciona dentro de un sistema local y nacional es responsabilizado de las dificultades de la educación. Los resultados medidos en términos de gestión educativa poniendo en las carencias y características personales de lxs maestrxs y profesorxs la responsabilidad de lo que, en realidad, es resultado del funcionamiento de un sistema y de una política educativa. Evaluación y calidad son términos que atraviesan todo este discurso.

 

Tal como nos interpelaba Stella Maldonado cuando era secretaria general de CTERA: “El trabajo colectivo es mucho más que un empleo: es la posibilidad de transformar la materia, las ideas y las relaciones humanas. No queremos educar para el empleo flexible y para ser objetos de políticas compensatorias focalizadas. Queremos educar y educarnos para ser sujetos de la transformación del orden social injusto en que vivimos”.

 

Por esto, elegimos resistir y construir. Convencidas de que donde está la escuela, está la patria, y asumiendo lo político de nuestra práctica pedagógica decidimos proponer experiencias de crecimiento y aprendizaje colectivo. Nos planteamos como objetivos fortalecer los lazos de ayuda mutua, la organización, los vínculos, la pertenencia, la cooperación y el respeto.

 

“Resistimos cuando enseñamos con diversas perspectivas nuestra historia y la historia latinoamericana, cuando damos lugar a la voz de lxs estudiantes y promovemos formas de aprender más protagónicas. Resistimos creando nuevas formas de enseñar desde nuestras tradiciones, herencias y legados. Resistimos cuando comunicamos estas experiencias pedagógicas consolidando colectivos de trabajo docente y de comunidades de enseñanza.” (Documento Congreso Pedagógico UTE, 2018.)

 

De la mano de lo pedagógico y lo colectivo

 “Nadie se salva solo, nadie salva a nadie,

todos nos salvamos en comunidad.”

                                                                                                          Paulo Freire.

 

El trabajo de enseñar y aprender es un trabajo colectivo por definición, no solo porque somos varios lxs adultxs que formamos parte de los diferentes ambientes pedagógicos (escuela, centro educativo) y debemos realizar acuerdos para el desarrollo cotidiano de nuestra tarea, sino, además, porque el aula es también un espacio colectivo. Es un proceso de interacciones en grupalidad, en las que intervienen experiencias, sugerencias, curiosidades, críticas, dudas, indagaciones, placeres, amores,  alegría, esfuerzo, pero siempre compartidos. Se desarrolla en un espacio de encuentros, un espacio que comienza a ser aula cuando el proceso de enseñar y aprender tiene lugar.

 

Producir y distribuir conocimiento solo es posible si esta tarea es pensada, sistematizada y teorizada para volver al Colectivo Escuela como un espiral dialéctico del que todxs somos parte. Solo podremos construir un proyecto compartido si nos pensamos entre todxs colectivamente. Este pensarnos debe ser, además, en el aquí y el ahora, debe partir de las propias realidades, coyunturas y contextos. Debemos resignificar la construcción colectiva del conocimiento dentro de un proyecto de reconocimiento profundo del valor social e histórico de nuestra tarea.

 

“Frente a los riesgos de segmentación y pérdida de sentido de la experiencia escolar, se espera que las escuelas establezcan pautas adecuadas para elaborar situaciones de enseñanza adecuadas a las chicas y chicos que asisten a nuestras escuelas, no solo justificadas en aportes al futuro sino por las que ofrecen a los chicos en el presente, en el tiempo de su infancia y en la diversidad de las infancias que tienen lugar en la Ciudad.” (Diseño Curricular de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Primaria, 2do. ciclo.)

 

Enfatizar en el trabajo colectivo es romper la lógica que imperó por años de “cada maestrito con su librito” como premisa de “autonomía y libertad”. Esta lógica supone la responsabilidad del éxito o del fracaso escolar en una sola persona, ya sea el docente que no enseña bien o el alumnx que no obstante todos los esfuerzos pedagógicos aprende mal. Es una mirada fragmentada de la realidad educativa que tiene como único objetivo separar, aislar y buscar responsabilidades individuales para una política educativa mercantilista de premios y castigos enfrentando entre sí a los diferentes actores de la comunidad educativa. Desconoce que todo proceso pedagógico se da dentro de un sistema de subsistemas contextualizado en un aquí y un ahora, del que forman parte todas las esferas de la vida de quienes integramos el mundo educativo.

 

Según Vilma Pantolini, “(…) Cuando la enseñanza se basa en una forma dinámica y participativa de trabajar, el aprendizaje mismo se convierte en un proceso de construcción colectiva porque ha sido construido conjuntamente entre el maestro que trabaja proponiendo estrategias para que el alumno activamente se apropie del conocimiento construyendo los propios” (en la revista La Educación en nuestras manos, nº 69, junio 2003).

 

Para convertirse en una verdadera herramienta de construcción de conocimiento, la circulación de saberes (intelectuales, científicos, populares, etc.) debe darse siempre en un esquema colaborativo y de respeto mutuo. No puede ni debe jerarquizarse anticipadamente porque debe poner en valor todas las aproximaciones de los individuos que forman parte de esa comunidad a los diferentes recortes u objetos de estudio. La solidaridad, la escucha y el respeto son claves.

 

Nuestras luchas son colectivas

"Nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo—,

los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo."

 Paulo Freire, Pedagogía del oprimido.

 

El trabajo colectivo ofrece un horizonte de igualdad para todxs, un cambio de textura donde lo áspero da lugar a lo suave que permite el fluir de las ideas, la creatividad y los conocimientos. Debe favorecer el desarrollo de nuevas experiencias que son de grupo, deliberativas, solidarias, cooperativas.  Se trata de una textura donde se sientan “reconocidos, respetados, cuidados, donde tengan una experiencia afectiva que contribuya a la consolidación de una buena visión de sí mismos, donde se sientan valorados en lo que saben y pueden, y respetados cuando las cosas no les salen bien, donde se fomente la curiosidad acerca del mundo y el deseo de conocer a otros” (Diseño Curricular de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Primaria. 2do. ciclo).

 

Durante el tiempo en que fuimos escribiendo esta ponencia, entre clase y clase, actos escolares, marchas en la calle, planificaciones y nuestros hogares con nuestrxs  hijxs y sus propias demandas, fuimos revisando registros fotográficos, mirando videos de clases, leyendo ponencias de otrxs compañerxs, viendo lo cotidiano con una lupa y desde una perspectiva. Preguntamos a nuestrxs alumnxs y compañerxs: “¿Por qué “sí” a la Educación Pública?”. En esos testimonios, la mayoría de las respuestas tuvieron que ver con que todos los chicos y chicas tengan la posibilidad de una buena educación “más allá de tener o no tener plata”, es decir, la Educación Pública como la igualdad de oportunidades en esta sociedad donde los privilegios son siempre para unxs pocxs. Por otro lado, otros testimonios tuvieron que ver con la micro-sociedad que se conforma en el aula: “Me gusta la escuela pública porque puedo hacer amigxs”, “Conocer gente nueva”, “Tener muchxs compañerxs”, “Conocer seños buenas”.

 

También encontramos los mismos significados en palabras de nuestrxs compañerxs:  “Estas narrativas demuestran la palabra como poderosa herramienta, la palabra que trae experiencias transformadoras, experiencias que habilitan espacios para la construcción de subjetividades. Subjetividades que se construyen colectivamente en el ámbito de lo público.  Subjetividades que interpelan a las emociones de todes los actores que intervienen. Actores que en un espacio de libertad colectiva tienen la posibilidad de poner palabras a sus realidades” (María Eva Alfonzo, Javier Conde, Jazmín del Cueto, Juan López, Natalia Militi, “Certezas de a pie. Una producción radial desde el barrio y la escuela”, Congreso Pedagógico UTE, 2018). Aquí aparece lo colectivo ligado al valor de la palabra, a la potencia del decir en nombre de todxs, de la fuerza que tiene el  poner nombre a la realidad que vivimos, reflexionar sobre ella para transformarla.

 

La escuela: motor de esperanza

 

“Por ello hacemos énfasis en los espacios colectivos de reflexión

como dispositivos que se oponen a las tendencias individualistas

y fragmentarias en el trabajo cotidiano, que pueden colaborar

en el fortalecimiento de las instituciones al propiciar debates,

ser iniciadores de acuerdos institucionales

y al mismo tiempo productores de conocimiento.”

 

Alejandra Caputo, Magalí Freire y Valeria Wainer,

“La Educación Sexual Integral en los intersticios de la vida institucional”,

Congreso Pedagógico UTE, 2018.

 

La disposición del aula en bancos compartidos y en pequeños grupos. Los trabajos en equipo. La colaboración y el “explicarle a un compañero”. Las asambleas y consejos de grado. Los recreos. Los desayunos y almuerzos. Los cumpleaños. Las excursiones. Los actos y conciertos para fechas patrias. Las salidas didácticas. Las rifas para la cooperadora. Todos ámbitos de participación donde existe ese “bien común” tan fuerte de la democracia, plasmado en el derecho a la educación, a aprender TODXS y en condiciones dignas.  En tiempos difíciles, donde el hambre gobierna y la desprotección de derechos generan violencias e injusticias, es ahí, en esa cotidianidad, donde nos refugiamos y nos sentimos mancomunados por la resistencia. Pero esas resistencias no están aisladas ni se quedan quietas. Es en este refugio donde nos abrazamos en un sueño, en los sueños de nuestrxs estudiantes.

Esos que el sistema quiere deshacer pese al contramensaje que da cada maestrx cuando dice “Vos podés”.  Esos sueños son motores de las luchas, que nunca serían posibles sin esperanza.

 

Cada vez estamos más convencidas de que la escuela es en y con colectivos. De que la resistencia a este gobierno que deja a niñxs y adolescentes sin comida, también es un colectivo que  lucha en cada aula, en cada barrio y en cada marcha en las calles.

 

Somos mujeres trabajadoras organizadas y por eso defendemos la Escuela Pública desde nuestro lugar pedagógico y sindical, considerando “lo público” como el escenario perfecto para gestar “lo colectivo”. Colectivizar no es uniformar ni homogeneizar, sino la búsqueda de la igualdad de derechos donde hay circulación de saberes y de afectos. Necesariamente la escuela no puede negar que lo pedagógico es colectivo. Quienes atravesamos las aulas y reflexionamos sobre las prácticas, lo sabemos. Nuestros registros áulicos nos dan cuenta de ello y, sin duda, son nuestro Patrimonio.

 

¿Nos sentimos interpelados por lo colectivo? ¿En qué consiste nuestro Colectivo Escuela, el mío, el tuyo? ¿Qué formas de resistencias encontramos en comunidad? ¿Nos animamos a leer esas prácticas desde la perspectiva de los derechos? ¿Y a escribirlas?

Notas

[1] Amancay Benetti. Maestra de Primaria, especializada en Educación Popular y Constructivismo.

[2] Paula Galigniana. Maestra de Primaria y coordinadora de postítulos de UMET.

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