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XXVI Congreso Pedagógico 2021

COLECTIVOS Y COMUNIDADES QUE HACEN Y PIENSAN LA EDUCACIÓN PÚBLICA
AUTORES, LECTORES Y ACTORES

Ponente: :Luis Loyola Cano[*]

Título: Un acompañamiento pedagógico sobre enseñanza y aprendizaje en artes teatrales

 

Palabras clave:  Ética de la enseñanza. Aprendizaje de la dirección teatral. Crítica al rigor metodológico. Investigación. Vínculo con estudiantes. Creatividad. Pedagogías del cuidado.

Introducción

Este texto forma parte de mis preocupaciones como docente. Lo que escribo se basa en mi trabajo en espacios de aprendizaje en la educación artística pública. Intento expresarme con la mayor claridad porque la considero necesaria para nuestra tarea.

Hay dos temas básicos que propongo, la ética de la enseñanza y el aprendizaje de la dirección teatral. Son temas diferentes que se vinculan y se corresponden en la práctica. Me refiero permanentemente a estos dos ejes de manera sencilla, con los cinco sentidos puestos en el estudiantado, aludiendo a nuestra responsabilidad como docentes. Hago algunas reflexiones sobre cómo nos posicionamos desde nuestro rol. Destaco que atendamos a lo que quiere y/o necesita la persona que aprende, percibiendo lo que la moviliza y lo que la favorece para desplegarse como desea. Hago preguntas sobre nuestra responsabilidad docente y también sobre cómo respondemos a cada llamada.

Como educador, estoy constantemente aprendiendo sobre la enseñanza. Cada año encuentro nuevas direcciones para mi trabajo, gracias al intercambio con quienes cursan, gracias a su aliento, curiosidad y entusiasmo; porque los cursos nos perciben de determinada manera y eso nos enseña a examinarnos.

 

Quiero agradecer a Ana Lacalle, Analía Sánchez, Carolina Losicer, Daniel Barros, Francisco «Pancho» Piarristeguy, Gustavo Insaurralde, Juan Cruz Forgnone, Juan Ignacio Acosta, Juan Pedro Echagüe, Karina Fernández, María Eugenia López, Óscar González, Paloma Assereto y Sabrina Crespo, que compartieron conmigo sus reflexiones sobre la ética de la docencia. Es un gusto para mí nombrar a estas personas, entre tantas otras, porque su contribución es fundamental para considerar críticamente mi desempeño. Gracias a sus reflexiones puedo aventurarme hacia los próximos ciclos con la esperanza de hacerlo mejor. Tengo en cuenta sus comentarios cuando me encuentro con las nuevas cohortes porque es necesario escuchar para entender.

Pienso que los nuevos grupos cambian las clases y cambian las instituciones. Eso es integración. Pasamos por espacios de aprendizaje y ese recorrido nos convierte en personas diferentes. Y es fundamental hacerlo con claridad porque nada de lo que digamos puede ser ajeno al estudiantado. Mayor claridad y sensibilidad en nuestro trato para completar la experiencia de aprendizaje. Más sensibilidad porque las emociones nos hacen pensar. Todos los estados de ánimo son válidos y atravesarlos nos ayuda a aprender de manera integral, cada quien logrando una síntesis personal.

Esta es la huella de un trabajo hecho en estos veinte años. Agradezco la mirada empática y cariñosa de Daniel López y de Carola Noriega.

Dedico estas palabras a estudiantes y al cuerpo docente, que me acompañan en el desarrollo de lo que hago.

 

1. Condiciones para el aprendizaje

Cuando empecé a trabajar en educación pública las autoridades me recomendaron que hiciera un trabajo riguroso y exigente. Riguroso y exigente. Entendí que la dirigencia conocía las instituciones y me ponía al tanto de las carreras artísticas a las que me incorporaba. Dijeron saber de buena tinta lo que se necesitaba y me encargaron trabajar reforzando las metodologías. Reforzar las metodologías conque el estudiantado se vincula con los objetos de aprendizaje. Poner los puntos ahí, fueron sus palabras.

 

Durante algunos años, que resultaron demasiados para mi gusto, insistí cumpliendo con el encargo metodológico que me habían requerido. Y durante ese tiempo me encontré cada vez más dependiente de ese proceso, cada vez menos eficaz en mi tarea y cada vez más intranquilo personalmente. Me sentía intranquilo porque mi tarea parecía relegada a una especie de control docente. Llegué a convencerme de que mi trabajo era inútil y, agobiado ante una enseñanza que me resultaba artificial, renuncié a una de las materias que tenía a mi cargo para concentrarme en otras dos materias que debía atender. Es fácil adivinar que probablemente renuncié a las apuradas, pero desde entonces pude enfocarme más en la relación que se produce entre quien aprende y los objetos de estudio.

 

Enfocarme en la relación dada entre, por ejemplo, los objetos de estudio y la historia personal de quien aprende. Una historia personal plagada de imágenes, recurrencias, gustos propios, temores inconfesables, intereses directamente relacionados con sus experiencias de vida, lugar de proveniencia, la época del mundo en que nació y creció, etc. Al poner atención a esos vínculos, vi aparecer cada vez más aptitudes, mejor disposición, más arte y una mayor autonomía. Desde ese momento empezó en mí la crítica hacia los rigores metodológicos.

 

Es bastante sencillo y cualquiera que haga docencia lo sabe: hacemos prácticas, organizamos tareas y probamos distintas estrategias, todo para favorecer los aprendizajes. ¿Por qué el acento en el rigor o la exigencia? No sé, pero esas instituciones que me recibieron encomendándome «poner los puntos» se volvieron ante mis ojos unos entes ilusorios, desconectados de la energía propia de la enseñanza y el aprendizaje. Nuestra labor docente es ofrecer herramientas que sirvan al estudiantado para abrirse camino con sus propias obras. Entiendo que colaboramos en los momentos en que alguien desarrolla sus propios recursos. Acompañamos, en el momento del reconocimiento. Asistimos a sus prácticas en el instante en que la persona se revela ante sí misma y ante el grupo. Maravillosamente, estamos ahí cuando alguien amplía su campo personal. Todas esas situaciones son preciosas y tenemos la responsabilidad de quienes confían en nuestra compañía.

 

Me dedico a la enseñanza de la dirección teatral. En las clases es común que observemos escenas y que, para reelaborarlas, reflexionemos sobre lo que vimos. Es un momento muy simple y, a la vez, una circunstancia extraordinaria. Como docente comparto mi mirada sobre la escena y cada persona del curso muestra la destreza de su propia mirada. Es una condición necesaria para la enseñanza y el aprendizaje, un ambiente que abre posibilidades. Cada quien se reconoce dentro de una misma práctica colectiva a la que llamamos «teatro». Lo hacemos en un medio amable atendiendo a lo que percibimos. Después, reflexionamos sobre cómo intervenir para renovar la escena para aumentar su vitalidad. Sabiendo que colaborar, apoyarnos y participar de la actividad artística, es también intervenir el mundo en que vivimos. Reconociéndonos como personas de este tiempo, implicándonos desde los diferentes roles, cada quien recorriendo su propia etapa de aprendizaje, avanzando en este mundo.

 

El aprendizaje del arte en las instituciones educativas también tiene un «escenario». Una clase, un contexto que favorece la risa y la inteligencia. Un ambiente relajado, apropiado y oportuno. Este escenario es condición para el momento radiante del aprendizaje.

 

2. Hacernos preguntas

En los últimos años me encargaron reorientar una materia de formación que tengo a cargo y encaminarla hacia una etapa avanzada de investigación. Se trataría de estimular la búsqueda personal del estudiantado, basándonos en pruebas y experimentos escénicos.

 

En el ensayo La búsqueda escénica presenté los borradores conque diseñé un esquema para hacerme cargo de la nueva situación. Mi propuesta fue simple, sugerí  que el acto de la creación puede suponer una investigación. Si la tarea que encaramos nos resulta desconocida (porque no estamos aplicando solamente recursos anteriores), entonces la nueva obra nos implica una búsqueda. Una búsqueda que nos compromete de otra manera.

 

Habitualmente dirigimos teatro tendiendo a consumar un montaje y casi todas nuestras decisiones cristalizan una puesta definida. Es menos común que, en los acotados tiempos de realización escénica, podamos dedicarnos a explorar en un terreno todavía sin forma.

 

Cuando buscamos en teatro nos hacemos preguntas. No nos preocupamos demasiado por aquello que tiende a fijar la escena. En la jerga teatral llamamos «marcaciones» al arreglo de las acciones, a la composición escénica, a los movimientos pautados y a las posturas corporales determinadas. Mi propuesta pedagógica invita a crear un espacio de confianza y de búsqueda, ampliando el momento anterior a la demarcación de la obra.

 

Entiendo que la indagación sobre el material de trabajo está implícita en la creación. Averiguamos, hacemos tanteos, nos vamos informando y reconociendo frente a la escena. Y ese reconocimiento es un aprendizaje. La curiosidad nos impulsa y las preguntas nos sirven como herramientas. Hacemos obras porque estamos buscando algo. Hacemos obras porque nos interpelamos.

 

 

Sostengo que hay un aprendizaje en la pregunta. Y así avanzamos. Vamos ensayando distintas experiencias, vamos haciendo intentos. ¿Acaso las obras artísticas no son intentos, no son una insistencia...?

 

La búsqueda artística es también una pregunta sobre quiénes somos. ¿Nos gusta nuestra obra, nos gusta quiénes estamos siendo en esta obra que hacemos...? En este proceso de aprendizaje cada persona aprende de sí misma. Cada persona enseña. Aprendemos de nuestras prácticas, a través de nuestras preguntas.

 

Confío en que esta propuesta también nos independiza.

 

3. Confianzas

Cada vez que empezamos una cursada me pregunto: ¿Quiénes son estas personas? ¿Qué recorrido hicieron hasta este momento? ¿Cuál es su historia personal en medio de nuestra novela social? ¿Qué vínculo mantiene esta persona con el teatro (en nuestra tarea, el teatro es un contenido del aprendizaje)? ¿Con qué inquietudes llega, con qué ideas, con cuáles sensaciones?... Pero además me pregunto muy decididamente: ¿En qué saberes previos se afirma? ¿Cuáles son sus confianzas, cuáles son sus fuerzas?

 

En el aprendizaje de la actuación es habitual hacer hincapié en las escenas que «no resultan». A mi modo de ver, se carga mucho sobre aquello que todavía «no se logra» y se lo hace notar. Luego se repite la escena hasta el cansancio... De esa manera, se espera que el aprendizaje suceda. (Puse comillas en algunas valoraciones porque son expresiones habituales.) Yo estudié actuación en una carrera estatal y esa metodología no hizo otra cosa que desintegrarme. Fue hace tiempo y confió en que las cosas hayan sanado.

 

En la enseñanza de la dirección teatral encuentro otros caminos para la experiencia del aprendizaje. ¿Cuáles? Identificar los momentos escénicos más iluminados y hacerlos crecer. Valorar aquello que expresa la obra y tomarlo como guía. Desarrollar lo que permite irradiar la obra, enfocarnos en ese «despertar» de las escenas y preguntarnos qué está enseñándonos...

 

Propongo este hábito porque nos da pie para seguir adelante. Necesitamos confirmarnos frente a la escena y cada acierto alienta nuestra práctica.

 

Cada persona trae consigo una experiencia de vida. Cada experiencia de vida implica un saber y me parece fundamental como afirmación, como confianza. Suelo invitar a cada grupo a preguntarse quiénes son y de dónde vienen... Inmediatamente les propongo que su obra, la obra que desean hacer, la imaginen, trabajen y realicen con énfasis.

 

Cada quien se ejercita y asimila el teatro a su manera. Cada quien estudia y profundiza a su propia imagen. Las clases me demostraron que cada aprendizaje se basa en alguna confianza. Cada contenido incorporado y transformado en herramienta personal se convierte en aliento y en una mayor toma de decisiones. Digamos que, cuando alguien se relaciona de un modo íntimo y personal con cada contenido, logra transformarlo en convicción y en propuesta auténtica.

 

4. Observación

En mi opinión, el aprendizaje teatral se produce principalmente a través de la práctica. Es un arte presencial y la sustancia que lo forma es el vínculo in situ con el público. La condición de lo teatral depende de una percepción en el presente de los hechos. Su aprendizaje es resultado de esa experiencia, al menos así lo sostengo y trato de incentivarlo.

 

Mientras ensayamos, mientras hacemos una obra de teatro, todo parece moverse al mismo tiempo y en cualquier dirección. Es una experiencia con el caos. El aprendizaje de la dirección teatral es también coordinar los elementos, encontrar acuerdos entre las personas y dar una orientación al trabajo.

 

Quien dirige teatro puede buscar su obra en lugar de prefabricarla. Para hacerlo, conviene permitírselo y confiar en aquello que no sabemos cómo resultará. Es una etapa favorable para el instinto y las motivaciones íntimas, para dejarse llevar por el entusiasmo. Desde esta perspectiva, se trata de hacer preguntas y probar. Más tarde, podremos distinguir.

 

Después de la búsqueda a tientas, después de haber pisado terreno desconocido, podemos intentar organizar lo aprendido. Revisar los conocimientos e identificarlos con cierta claridad. Más tarde los emplearemos como herramientas, fundando bases artísticas y profesionales.

 

La segunda etapa es distinguir, con la flexibilidad que requiere todo análisis. Mirar lo trabajado y tratar de definir qué es qué. Llegar a una autocrítica que elabore nuestra experiencia. Porque al identificar los conocimientos, también definimos nuestros hallazgos y los hacemos personales.

 

5. Las palabras

Junto con el aprendizaje de la dirección teatral hay un aprendizaje de las palabras. Al dirigir teatro damos indicaciones o expresamos la orientación que queremos para un montaje. Enunciamos, hacemos parte de nuestra tarea hablando. Nuestros dichos son herramientas para realizar.

 

La escena corresponde a una práctica del discurso porque al concretar lo que decimos estamos señalando hacia dónde apunta nuestro trabajo.

 

También otros discursos rodean nuestra tarea. Hace veinte años hice una obra que la crítica consideró ideológicamente peligrosa. Me dolió mucho. Y un actor del elenco, el extraordinario Alberto Suárez con quien compartimos camerino, me aseguró: "¿Por qué nos vamos a enojar? Confiemos en el trabajo que hacemos. No discutamos y hagamos teatro." Dijo y se lo agradeceré por siempre. Sus palabras me dieron fuerza y me hicieron confiar en nuestros actos, aceptando los argumentos contrarios, incluso aquellos cargados de tiranía. Entendí que nuestras obras pueden ser fallidas, pueden contener mil errores o incluso "fracasar" como dice el mercado, pero es el trabajo mismo quien habla, quien discute, quien piensa, quien actúa.

 

La escena da cuerpo a nuestras palabras. La escena es el hecho y también el parámetro que reconoce la efectividad de lo que decimos. La escena es testimonio y desde su condición práctica, ella habla. Podemos rodearla de comentarios y justificaciones, pero el teatro genera su real afirmación.

 

Considerando esto, podemos aprender de la escena que estamos creando. Podemos aprender de la escena que estamos creando. El hecho mismo nos hace preguntar: Lo que dije, ¿sirvió para dar eso que la obra necesitaba? ¿Es conveniente decir tal cosa o puedo comunicarme de otra manera? Nos espera un gran aprendizaje en este intercambio. Cada quien usará las palabras con cierto cuidado y ese cuidado será personal. Cada persona tendrá su forma de dirigir y para ello encontrará las palabras que requiera.

 

6. Conceptos y prejuicios

En teatro hablamos mucho de «experimentar». Nos referimos así a las búsquedas que nos conducen a tierras que antes no conocíamos. Nos gusta el efecto sorpresa que provoca la novedad. A veces nos lleva un tiempo asumir el cambio de mirada que proponen, cuando de pronto nos encontramos ante la formidable alteración de lo que pensábamos, sentíamos o hacíamos. Nos emociona considerar cosas nuevas. Algo al revés pasa con los llamados textos clásicos. A veces los despreciamos rápidamente porque suponemos que envejecieron y que ya no nos cuestionan. Sospechamos que están desactualizados y decidimos que no nos importan. Aunque, de vez en cuando nos sorprenden, sentimos que afectan nuestro presente y los valoramos como «verdaderos clásicos». Es decir: hay nociones a las que damos a priori algún valor. ¿De qué sirve hacer esas estimaciones sobre los conceptos, acaso nos dará mayor claridad...? ¿Por qué asignarles una estimación preliminar? Pienso que establecer jerarquías en el campo artístico es una chifladura. Cuando la inteligencia me acompaña, propongo que los conceptos tienen forma de abanico y que mi tarea docente es ofrecer un amplio espectro de variantes posibles. No me dedico a calificar conceptos que serán herramientas en manos del estudiantado, con los que harán sus propias síntesis, desarrollando sus propuestas. Sugiero exponer y analizar cada noción como si alguien tuviera un objeto extraño entre la mano y lo estudiara cambiando de posición. Analizar sus crisis. No puedo negar su existencia ni entorpecer el acercamiento de estudiantes a esas categorías porque tienen derecho a esa información. Propongo considerar el alcance de cualquier clasificación y comprenderlas a través de la práctica, de la vivencia. Tocar y comprobar cada noción, dejando que la experiencia las examine, las considere y nos piense.

 

7. Reconocernos

Cuando iniciamos la tarea con un nuevo curso les hago preguntas relacionadas con sus historias personales, con ese primer vínculo que establecieron con el teatro y con el deseo que motiva sus obras. Mi intención es invitarles a reflexionar de dónde vienen, cómo construyen sus personalidades artísticas y qué obsesiones o recurrencias acompañan su camino hasta el día de hoy.

 

Cada existencia y su correspondiente relato se comparten en grupo, sin emitir juicios de valor, a través de simples juegos o diálogos. Se hacen presentaciones poéticas que reelaboran cada biografía, se intercambia material sensible con franqueza, como quien comparte un mensaje que pasa de mano en mano. Es un ejercicio que genera confianza, crea convicciones y afirma la cordialidad del grupo.

 

Somos parte de un tejido de relaciones sociales y eventos colectivos. «Nadie es una isla», nos recuerda el viejo poema. Somos parte de todos los hechos sociales y culturales que ocurren en el mundo. Somos su espejo, hacemos espectáculos para contemplarnos y reconocernos. El teatro, que por definición es una práctica social, nos une para compartir, disfrutar y contar historias, empatizando con la suerte o desdicha de las demás personas.

 

Confío en que el origen social, además de afirmar nuestra identidad, nos ofrece un punto de vista que podemos aceptar y proponer para nuestro desarrollo artístico y humano. Sostengo que nuestras obras pueden resultar de donde venimos. Lo que ofrecemos podría surgir de nuestras experiencias y de los pasos que nos llevaron al presente.

 

Esta propuesta parte del convencimiento de que las historias de vida, los orígenes con el teatro y nuestros intereses, impulsan nuestras obras. Historia, procedencia y lazos de vida son saberes, son conocimientos donde podemos afirmarnos cuando lo necesitemos.

 

8. Un acompañamiento pedagógico

Cada vez más me pregunto cómo se aprende. Yo aprendí por impulsos, haciendo intentos y búsquedas personales. Mi educación institucional fue tan horrible que ya no quise brindarme como estudiante en establecimientos educativos y me fui abriendo camino como pude, siguiendo modelos, imitando mucho y dejándome influenciar. A medida que avanzaba encontré mis propias dificultades y muchas veces me sentí en peligro.

 

Cuando aprendemos algo, sea lo que sea, siempre miramos hacia lo desconocido. La experiencia del aprendizaje se nos manifiesta y al mismo tiempo nos muestra un espejo con nuestra propia cara. Hay una exposición personal en el aprendizaje y eso puede hacernos sentir incomodidad. Nos pasa cuando ampliamos nuestro territorio, porque aprender supone correr un velo y aparecer.

 

Estudiar, experimentar, ahondar en algo nos hace pasar por crisis de aprendizaje y que para ello es importante afirmarnos en nuestro deseo, en nuestros ideales íntimos, en la solidaridad y el compañerismo grupal, porque en medio de toda incertidumbre siempre hay certezas en que confiar. De vez en cuando podemos desesperar, pero nos anima y alienta nuestra fuerza y los puntos de apoyo que vamos encontrando.

 

Aprender es cambiar, desprenderse de cosas y entregarse a otras nuevas. Hacerlo a veces es una tarea incómoda. Para que la experiencia sea armónica y conveniente, la confianza y la comunicación son circunstancias indispensables. Hacer posible el aprendizaje implica crear las condiciones para que suceda. No trabajamos fijando conocimientos, no nos dedicamos a congelar saberes. Es necesario redefinir constantemente las estrategias, adaptar nuestras propuestas al tejido social que integramos y prestar toda nuestra atención a la voz del estudiantado. Nuestra tarea es estimular para que el aprendizaje ocurra, incluyéndonos. Cada persona definirá como construye su conocimiento, como se relaciona con su propia educación y qué hará con lo asimilado.

 

La dirección teatral es la actividad a la que dedico mi enseñanza. Cuando hacemos teatro, al revés de lo que se supone, no nos dedicamos a cristalizar una representación como si fuera una cosa invariable. Lo que hacemos es colaborar para que algo vivo se manifieste ante la audiencia. Hacemos nuestro trabajo a partir de preguntas, de búsquedas, de nuestros nervios y de nuestra impaciencia. En presencia del público y si tenemos suerte, ocurrirá el teatro y podremos disfrutar de los juegos que nos representan.

 

No sé responder como se aprende. Confió en las condiciones que acompañan su experiencia. Confío en los espacios que generan libertad, entusiasmo y cuidado mutuo. Pienso que los saberes circulan a nuestro alrededor, que están a nuestro alcance y también están dentro nuestro. Pienso que cada persona encuentra el aprendizaje que necesita, en el momento oportuno. Me gusta asumir que lo que estudiamos nos rodea, mientras construimos nuestra personalidad artística y humana. Es una alegría acompañar esa experiencia.

 

Notas

[*] Luis Loyola Cano, Profesor Titular Dirección IV, Licenciatura en Dirección Escénica, Universidad Nacional de las Artes UNA (2005 y continúa). Profesor titular Dirección Actoral III, Tecnicatura Superior en Puesta en Escena, Escuela Metropolitana de Arte Dramático (2006 y continúa). Asistente Técnico, Instituto Nacional del Teatro INT (1998 y continúa). Integrante Comité Académico, Congreso Tendencias Escénicas UP (2013 y continúa).

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