30 años de lecturas y registros
XXVI Congreso Pedagógico 2021
COLECTIVOS Y COMUNIDADES QUE HACEN Y PIENSAN LA EDUCACIÓN PÚBLICA
AUTORES, LECTORES Y ACTORES
Ponente: Martín Coldman[*]
Título: Lxs maestrxs: trabajdorxs, intelectuales críticos y creadores del inédito viable
Palabras clave: Dispositivos de formación. Legado freireano. Politicidad de las prácticas pedagógicas. Voces esperanzadas. Diálogo entre docentes.
En el marco del XXVI Congreso Pedagógico de UTE - CTERA “Colectivos y comunidades que hacen y piensan la educación pública. Autores, lectores y actores" y a 100 años del nacimiento de Paulo Freire, me propongo narrar una experiencia potente para mi formación docente (con la certeza de que la misma marcó también la trayectoria de muchos y muchas otras compañeras y compañeros) recuperando lo que fue la Cátedra Paulo Freire. Tomando aquella experiencia como una verdadera comunidad de lectores, productores y actores de la escuela pública y por ello, además de maestrxs, intelectuales críticos. Recuperar los dispositivos formativos y las experiencias como la Cátedra como la posibilidad real de hoy volver a tomar la iniciativa de crear el inédito viable.
Resulta fácil articular lo que fue la Cátedra Libre Paulo Freire (de ahora en más la Cátedra o CF) con la propuesta de este Congreso, porque naturalmente encontramos en ambas un potente legado freireano. En principio, los conceptos muy elaborados por el pedagogo brasileño que permanentemente recuperamos en nuestro sindicato, que son los de Colectivos/Comunidades haciendo y pensando la educación pública, fueron también piezas claves en el funcionamiento de la Cátedra. Allí podemos establecer un primer contacto que no es menor ni una cuestión de forma sino de fondo: pensar en comunidades y colectivos es uno de los primeros pasos que debemos dar a la hora de comprender el funcionamiento de estos Congresos, las cátedras y el pensamiento freireano. La reflexión vale en tanto es compartida, es compañera, es con otrxs y de nada valen si se cierran en sí mismas. Hay una frase que siempre utilizamos y ya es muy conocida, pero vale para ilustrar el espíritu de la Cátedra, y es esta de Freire: “Nadie se libera solo, nadie libera a otros, nos liberamos en comunión”. De eso va el Congreso y la Cátedra, esa idea de comunión es la que da fuerza a trabajar en torno a “Colectivos y Comunidades que piensan y hacen la escuela pública”, porque la escuela pública la hacemos en comunión.
La Cátedra giró en torno a una necesidad que veíamos en nuestrxs compañerxs: encontrarse, dar el debate, saber qué nos pasa y buscar, con disparadores, respuestas y reflexiones alrededor de la escuela, la tarea docente y nuestros pibes.
Entendíamos entonces la necesidad de ir escuela por escuela, casi como una peregrinación, con el objetivo de entrar en diálogo con quienes las hacen y piensan día a día. Claro, eso lo lográbamos a partir de ofrecer un dispositivo que llamamos Cátedra Libre Paulo Freire, y era el sindicato, UTE, ofreciendo un curso de formación “in situ”, de carácter libre (y profundamente militante) que además otorgaba puntaje a quienes se formaban. Ahora bien, ¿qué era lo que motivaba a maestras y maestros a quedarse a debatir después de hora? Considero que era lo que ese dispositivo ofrecía: dar la palabra; pensar la escuela que habitamos todos los días junto a otrxs; hacer y pensar la escuela en esa comunidad que se disponía en ronda a reflexionar sobre sus prácticas escolares. Algo similar a lo que estamos haciendo con este Congreso: pensarnos y dialogar entre colectivos y comunidades que hacemos la escuela pública y la reflexionamos y, fundamentalmente, producimos conocimiento sobre ella.
En la Cátedra se repasaban todas las etapas de Freire: los libros “primeros”, como Pedagogía del oprimido, y algunos posteriores, como Pedagogía de la esperanza, se leían mucho en la Cátedra. Los maestrxs se sorprendían y mostraban esa sonrisa que entusiasma al escuchar y leer ciertos textos. Notábamos también una falta muy evidente de pedagogía latinoamericana en nuestros profesorados docentes de la Ciudad.
Uno de los textos que más impactaba eran los pasajes de El grito manso, cuando Freire nos habla de lo inacabado del ser que busca esa completarse y completar a otros a través de la educación. Allí, con esas frases y esas palabras, aparecía otro elemento que es la necesidad de saber más y el proceso de búsqueda que también es constante y decisivo, sumado a la esperanza en esa búsqueda. La Cátedra transmitía eso: esperanza. Claro, no la de estar esperando sino la de que en nuestra condición de trabajadorxs y maestrxs podemos hacer algo que esté a nuestro alcance para transformar la realidad que se presenta injusta. Y esta propuesta esperanzadora, transformadora, socavaba aquellos lugares comunes en que muchas veces los discursos imperantes nos hacen caer.
Íbamos tejiendo una especie de coraza contra la ideología fatalista que a veces deambulaba, deambula, en el aula ante realidades que en las voces de lxs maestrxs eran evidentemente muy acuciantes con narradores muy preocupados. Y ante ello, reponíamos con Freire, leyendo que “no hay inmovilismo en la historia”, no hay inmovilismo en la escuela, en la práctica docente, en nuestros alumnos y en nuestras clases. Entonces aparecían voces esperanzadas, clase tras clase, que probaban cosas nuevas en su práctica docente o propiciaban alternativas en la resolución de los conflictos institucionales, o se sumaban a una charla, o a una peña maestra, o a una marcha para reclamar por las viandas. En muchas ocasiones se sumaban a construir el sindicato. Y en esa comunidad de maestrxs que iban repensando sus prácticas, aparecían ideas colectivas e intercambios que motorizaban la propia Cátedra.
A partir de estos intercambios y lecturas propuestas, se desarmaban palabras “malas”, por ejemplo política. Palabra que suele presentarse como algo muy malo en la escuela pero que sabemos que existe en el día a día de la dirección de la educación. Es de perogrullo decirlo en un Congreso sindical de CTERA, pero sabemos que cada decisión tomada es una decisión política y va a definir si la vianda que reciben los alumnos es mejor o peor, si hay tizas para escribir, si los alumnos tienen pupitres en condiciones o si los maestros seguirán con sueldos con los que no llegan a fin de mes. Por el contrario, también sabemos que cada decisión nuestra es una decisión política: si armamos una carta junto a las familias por las viandas o si callamos; si reclamamos tizas y pupitres o nos acomodamos con lo que hay; si nos sumamos a la lucha colectiva o nos quedamos con nuestras individualidades.
¿Qué permitió en ese sentido la Cátedra? Discutir la palabra “política”, qué es y qué se hace con ella, para qué se emplea, cuándo y quiénes la usan dentro de la escuela. Más que proponer que la política no es mala palabra, se interpelaban las razones por las cuáles se creía que lo era y luego se contrastaba con aquello que Freire indica en toda su obra y que en El grito manso marca como “la politicidad es inherente a la práctica educativa”. A partir de allí se desataban un montón de interrogantes y preguntas sobre la propia práctica, sobre las instituciones, sobre la gestión y se corría una especie de velo que parecía estar oculto o mejor dicho ocultado.
Otro elemento del legado freireano hacía de la Cátedra un espacio particular: no esperaba que lxs maestrxs acudieran a ella, sino que iba a su encuentro. Por ello el carácter “in situ” antes nombrado es sumamente importante. Debatíamos en las mismas aulas que durante todo el día habían sido espacios de aprendizajes, donde todavía se veían palabras escritas en los pizarrones con letra de niñx o a veces transcurría en los patios de las escuelas, donde transcurren los recreos[1] de nuestrxs alumnxs.
La Cátedra tenía la fuerza de querer mirar a los ojos y escuchar las voces de otrxs; proponía una palabra habilitando otras; compartía una lectura; abría una puerta; prendía luces en tiempos de oscuridad pedagógica y animaba rondas con sonrisas y tiernas miradas de maestrxs del aula y del alma; se ponía seria cuando se hablaba de didáctica o de política; hacía silencios ante la escucha atenta; registraba caras de enojo ante las injusticias; construía discursos y narrativas colectivas; escribía… escribía y escribía y también leía, sí –sobre todo– a Freire. Tuvo la capacidad y la lucidez de instalar un debate abierto en las escuelas, de diálogo sincero y fraterno, donde la palabra abría surcos entre la política y la pedagogía, la sociología y la filosofía, las ciencias naturales y la matemática, articulando la academia con la escuela y las organizaciones sociales con los sindicatos.
Nadie salía igual que como había entrado. A veces, era hasta difícil salir… más de una conversación terminó abruptamente porque debían cerrar la escuela y nadie había reparado en la hora. Todxs nos llenábamos de preguntas, de respuestas, de interrogantes. Cuando las charlas eran sobre alfabetización inicial, se generaba una especie de desesperación por querer encontrarse ya con los alumnos y probar aquello que se había estado trabajando. Y así con cada área. Si la conversación había recorrido un camino más cargado de praxis política, volaban en el aire ganas de sumarse al sindicato, a una organización de barrio o a un partido político.
Cierta vez se vació media aula. Un grupo de estudiantes de un profesorado –por orden de su profesora– se retiraron en seguida que había comenzado la conversación. No tenían nada contra nosotrxs, pero a veces la verdad incomoda y escuchar las injusticias duele.
La experiencia de la Cátedra fue un motor de búsqueda permanente del inédito viable, que se abría en cada charla. ¿Dónde estaba puesta la centralidad de cada encuentro? En el docente, en el maestrx. Al que reconocía su carácter de trabajador de la educación pero que al mismo tiempo lo ponía en el lugar del intelectual crítico de su propia tarea, de su propio trabajo. Y entiendo que también en esa línea se construye este Congreso, que hacemos entre docentes, con nuestras narrativas, desde nuestras prácticas y asumiendo el rol de intelectuales críticos.
Desde dónde partimos
Lxs maestrxs somos parte de un colectivo que reflexiona su propia práctica y debemos apropiarnos de una característica que define, también, nuestra tarea: la del/la intelectual. Y a ella le sumaremos la de la crítica. Porque no intelectualizamos nuestro trabajo simplemente para analizarlo y escribir ríos de tinta tras un escritorio. Reflexionamos para intentar comprender mejor cómo organizarnos contras las injusticias, reconocer las necesidades que debemos volver derechos, también para construir los mejores modelos pedagógicos para enseñar a leer y escribir. Por tanto, debemos reconocernos como trabajadorxs e intelectuales críticos de la educación.
Realizamos una tarea en la que hay que pensar para transmitir un conjunto de conceptos con un lenguaje específico, por tanto no es una tarea mecánica; también manejamos una técnica, no enseñamos de cualquier modo, conocemos el arte de la didáctica y lo reinventamos, lo rediseñamos; y además reflexionamos sobre nuestra propia práctica, la discutimos, la cargamos de sentido, la revisamos desde lo histórico, lo filosófico, lo político; escribimos sobre ella y realizamos publicaciones; planificamos propuestas didácticas y pedagógicas decidiendo qué poner en juego en nuestras clases: si vamos a denunciar las desigualdades o vamos a silenciarlas; tenemos en nuestras manos el poder de transmitir a las generaciones venideras temas que son preocupación de la humanidad toda.
La Covid-19 aceleró y dejó al desnudo de forma desgarradora la crisis que atravesamos a nivel mundial. Las formas de producir alimentos: el hacinamiento de los animales al servicio de maximizar la rentabilidad; el “tic tac” del reloj que no descansa para producir más en menor tiempo; la sojización de los campos y el desmonte: el uso de todo tipo de aceleradores de siembra, el veneno usado en la agricultura, la modificación artificial de semillas acortando los tiempos de cosecha y siembra y consecuentes daños a mediano y largo plazo en los suelos fértiles y en ocasiones volviéndolos infértiles por algún o mucho tiempo; la pesca indiscriminada; la megaminería a cielo abierto; las pésimas condiciones sanitarias en las que viven pueblos enteros; la desigual distribución del acceso a la salud y al agua potable, el drama del medioambiente y la pérdida de la biodiversidad…
Estos son temas centrales por los que el mundo se está preguntando hoy. Los cientistas sociales, la universidad y lxs maestrxs. Los y las docentes en Argentina y a nivel global reflexionamos y producimos conocimiento sobre estos temas hace mucho tiempo y sobre muchos otros también. A través de los sindicatos y confederaciones docentes se realizan publicaciones, charlas, encuentros virtuales, revistas, libros, documentos y material audiovisual. Sin embargo, estos no se encuentran en los circuitos académicos o en las grandes editoriales o en las plataformas universitarias. Cada tanto se los incluye en las bibliografías de estudio cuando se necesita incorporar la mirada de lxs trabajadores. Advertimos que rara vez leemos material producido por maestros en los profesorados que forman a maestros. Contradictorio y paradójico, pero cierto.
Hacia dónde podemos ir…
Es central entonces que lxs maestrxs tomemos el lugar que corresponde: somos trabajadores de la educación e intelectuales críticos de nuestra tarea en tanto educación como ciencia social. En tanto ciencia que realiza aportes para ser aplicados en la vida cotidiana de las aulas.
Tenemos tareas sumamente complejas y necesarias: la de ser maestros y maestras, educadores y educadoras, escritores y productores de conocimiento, de textos de circulación para compartir experiencias y saberes. Maestrxs intelectuales de un tiempo que merece ser reflexionado con la mirada del docente que habita el aula. Para esto último parece ser muy necesario que continuemos realizando congresos, exposiciones, publicaciones y debates, al mismo tiempo que hacer entrar la narrativa docente de lleno en las Universidades. La Cátedra tuvo una muy buena experiencia en la Facultad de Filosofía y Letras, ¿por qué no volver? ¿Por qué no hay maestrxs como ayudantes de cátedras en la carrera de educación? ¿Podremos pelear por ello? ¿O por el reconocimiento por parte de las Universidades de cursos, debates y publicaciones de docentes de escuela? No vamos a cambiar desde nuestros Congresos la dinámica universitaria que en sí ya es muy compleja, pero sí tal vez pensar en que la voz, el conocimiento, los textos e inventiva de los y las maestras comience a entrar en la Universidad.
Reformar nuestra comunicación. ¿Volver a las fuentes?
Por último, además de este movimiento propositivo, creo sumamente necesario volver al modo “in situ” en un sentido amplio. Los Congresos, las Cátedras, los seminarios, los cursos…, debemos apuntar a que sean lo más abiertos posible. No trabajemos en esquemas cerrados. Para conocer qué piensan lxs docentes, debemos ir a buscarlos.
Hay un “mal de la época” que forjó una dinámica comunicacional propia de la era de la tecnología y la información, que desde hace un tiempo se viene sucediendo y cada día se profundiza más. Descansamos en comunicar a través de las redes sociales. Y esto sucede a nivel individual, a nivel institucional y gubernamental. Para enterarse qué piensa un mandatario sobre un tema parece que hay que ver su video de Tik Tok.
Nos acostumbramos y dejamos en manos de los dispositivos electrónicos lo que queremos decir. Sin embargo, los dispositivos no son medios vacíos por los cuales viajan nuestros mensajes. Por el contrario, los dispositivos, lejos de ser un medio, son contenido en sí mismos y están llenos de información. El contenido que por ellos circula se encuentra sumamente segmentado por los patrones y algoritmos que crean las redes sociales a partir de las bases de datos que se generan cuando realizamos búsquedas, por ejemplo en Google (sincronizado con nuestras casillas de mail/redes sociales/deliverys), o cuando nos encargamos de indicarle a Facebook que algo nos “gusta” o entramos a Instagram, Twitter, Pedidos Ya, entre otras.
Esto funciona de forma tal que, si no buscamos aquello que no nos ofrecen de entrada, solo vamos a leer, escuchar y/o ver aquello que de acuerdo con esos patrones dijimos que nos gusta. Sucede entonces que el medio que más usamos para comunicarnos, que son las redes, en vez de amplificarlo reduce nuestro mensaje. ¿Por qué? Porque aunque creamos que llegamos a más gente por el hecho de usarlas, en general (sacando algún usuario con miles y miles de seguidores) estamos hablando entre nosotrxs.
¿A dónde va el formato “in situ”?
Tenemos grandes problemas comunicativos. Acaso no vale el resumen como explicación de todos los problemas en ese terreno, pero sí permite ir a lo propositivo: el formato “in situ”. De algún modo hoy parece urgente recuperar lo que la Cátedra hacía. Los embates del Gobierno porteño fueron haciendo que en las escuelas solo estemos para resolver conflictos. Debemos seguir estando para ello, pero también para dar otras discusiones que la sociedad en general, y el gobierno de la Ciudad, no están dando. Y no podemos creer que esas discusiones están saldadas, de ningún modo, a través de las redes sociales, ni los grupos de whatsapp. Porque además, como ya se dijo, corremos el riesgo de continuar hablando entre nosotrxs.
En el Normal donde transcurrió mi carrera docente tuve, en general, muchas alegrías y una fue haber recibido a Stella Maldonado en su carácter de Secretaria General de CTERA y como única invitada ese día a la Cátedra. El aula estuvo llena todo el tiempo y fue una excelente jornada, de la que todxs lxs presentes salimos revitalizados, con ganas de hacer de todo, tanto era el entusiasmo que Stella transmitía. Al terminar, mientras compartíamos con ella algunas reflexiones, Stella dijo: “hay que hacer muchas más cosas como éstas, tenemos que venir a las escuelas. Hay que dejar de hablar para los convencidos”. La recuerdo perfectamente porque no tuve la oportunidad de más encuentros personales. Me parece sumamente potente traer esa mirada de Stella a este presente que, al menos en la Ciudad, es de mucha pelea y sin embargo esquiva los sueños de igualdad y justicia social.
Hagamos más Congresos y más Cátedras recuperando el formato que efectivamente nos hace entrar en diálogo con otrxs, donde podemos discutir con aquellxs que no piensan lo mismo. Respetando los tiempos y las necesidades de lxs maestrxs, que a veces coinciden con las de la vida política y otras, muchas, no.
Para esa tarea parece necesario volver a ir a buscar a lxs docentes a donde lxs docentes están: en las escuelas. Lo hacemos casi todos los días, estar junto a lxs compañerxs ante cada necesidad y lo seguiremos haciendo. En la práctica no propongo nada nuevo sino simplemente habilitar formatos para entrar en diálogo y canalizar discusiones, que nos permitan discutir un horizonte en común y expresar los sueños compartidos. En definitiva, que también nos permitan soñar desde las escuelas una sociedad más igualitaria y una Ciudad más justa. Forjemos otro inédito viable.
Notas
[*] Maestro de grado.
[1] Y allí insistíamos con algo que P. Freire suele instarnos a docentes: del patio y del recreo se aprende. No debemos encerrarnos en las salas a tomar café. Ya que cuando suena el timbre podemos ver las caras riendo, los juegos, las reglas, cómo se forman los grupos, quiénes juegan y a qué, o quiénes no son admitidos en un juego y trabajar a partir de ello para saldar o ayudar a reparar esas actitudes enseñando también el compromiso ético con la igualdad, la inclusión, entre otros temas que pueden abrirse a partir de ver qué pasa en los recreos. Además de lo pedagógico es fundamental revitalizar la necesidad como trabajadores y sindicalistas de que podamos dar las discusiones en nuestros lugares de trabajo. Si bien como delegadxs durante la jornada laboral podemos hacer una parte, en general predomina lo urgente y lo inmediato. Sumado a que la dinámica escolar de estos últimos años sobrecargó de tareas administrativas a todo el personal docente, por lo cual encontrar esos momentos durante la jornada escolar es sumamente complejo y desgastante. Si bien las capacitaciones en servicio fueron un logro de nuestra pelea sindical, en las escuelas están faltando momentos para discutir política. En algún punto, la Cátedra reponía eso ya que se podía hacerlo fuera del horario escolar.