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XXV Congreso Pedagógico 2020

EDUCACIÓN PÚBLICA, REINVENTAR PEDAGOGIAS
COMUNIDADES, MEMORIAS Y SOLIDARIDADES EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Ponente: Federico Cáceres[1]

Título: (Con)mover la enseñanza. Apuntes para la ESI
 

Palabras clave: Educación Sexual Integral. Conmover. Igualdad de Género. Adultocentrismo. Denuncias. Educación.

Tenemos derecho a ser iguales  

cuando las diferencias nos inferiorizan

y tenemos derecho a ser diferentes

cuando la igualdad nos descaracteriza.

Boaventura de Sousa Santos

 

Introducción

 

En el año 2019 presenté en el XXIV Congreso Pedagógico UTE-CTERA “Educación Pública en Lucha” una ponencia llamada “La canción como herramienta de transformación social” en la que les proponía a mis colegas docentes una nueva “pedagogía de la sensibilidad”. Utilizar el arte como disparador principal para lograr una reflexión más genuina dentro del aula sobre diferentes temáticas independientemente de la asignatura.  (Cáceres, 2019). Este año, pensé en no limitar esta propuesta al aula y decidí aventurarme a poner en práctica la pedagogía de la sensibilidad en el XXV Congreso Pedagógico escribiendo un cuento para invitar a la reflexión en conjunto.

 

Zapatos

De niño pensaba que si me ponía los zapatos de otra persona automáticamente me transformaba en ella. "Siempre que quieras ayudar a alguien ponete en sus zapatos” me decía la abuela Lina todo el tiempo. Y yo pensaba que era verdad, creía que si intercambiaba el calzado con alguien también permutaba personalidades y visiones del mundo. No me animaba a hacerlo porque la abuela nunca había aclarado si ese cambio era para siempre o si era solo por un rato. Así que, por las dudas, o por miedo mejor dicho, no lo intentaba. Además me gustaban mis zapatos. Que no eran zapatos. Eran botines pero yo los usaba todo el día y para todo. Con ellos podía correr muy rápido cuando alguien me hacía algo malo. Cada vez que me daban ganas de llorar, comenzaba a correr en cualquier dirección, lo más rápido y lejos que podía. No sé si era el viento en la cara que secaba mis lágrimas, o era simplemente la sensación de adrenalina y cansancio que brotaban por mi cuerpo al correr. El punto es que así me curaba el llanto.

Mi mamá, en cambio, siempre lloraba a escondidas en el baño. Bueno, no sé si siempre, pero casi todos los días y casi a la misma hora. Por lo general era a la tardecita cuando papá no estaba y yo tomaba la leche solo en la cocina. Un día ella dejó la puerta del baño sin traba así que decidí entrar. Para mí era algo normal que ella llore. Bueno, no sé si normal, pero era algo cotidiano. Sin embargo, ese día decidí entrar al baño y preguntarle por qué lloraba. No me contestó. Entonces le compartí mi remedio para curar el llanto. Le dije que tenía que correr. Me miró a los ojos y me dijo: “No puedo correr mi amor”. Entonces vi que sus zapatos no eran para correr como los míos. Tenían taco alto y si corría podía lastimarse. Le ofrecí mis botines y me dijo que me fuera a tomar la leche. Yo estaba tan nervioso en ese momento que no me había dado cuenta de que ella tenía razón. Mis botines no le iban a entrar. Así que le hice caso y me fui para la cocina.

Al día siguiente yo estaba jugando con mi Hombre Araña gigante en el pasillo y vi que mis papás no estaban en su habitación. Entré, cerré la puerta y tomé los zapatos de mi mamá. Quería averiguar por qué lloraba y la única manera era “poniéndome en sus zapatos” como me enseñó la abuela Lina. Me los puse y comprobé que eran muy incómodos para correr. Por eso decidí practicar, para después enseñarle a mamá cómo hacerlo.  Caminé unos pasos y vi mis zapatos vacíos en el suelo. Ahí comprendí que nadie estaba haciendo de “yo” por lo cual no iba a funcionar mi juego de roles. Yo no podía ser mi mamá si no había nadie en mis zapatos haciendo de hijo. Entonces le puse mis zapatos al Hombre araña. Y ahí comprobé que la abuela tenía razón, o quizás fue sólo la perspectiva elevada desde los tacos altos de mamá. El punto es que de golpe el Hombre Araña pasó a verse muy distinto. Ya no era aquel superhombre valiente y fuerte. Más bien, todo lo contrario, visto con mis zapatos puestos desde los zapatos de mamá, se mostraba pequeño y frágil. Dependía absolutamente de mí. Se veía tan humano, tan a punto de romperse que hasta sentí que se trepaba por mi espalda, como si yo fuese uno de esos rascacielos de New York. Sin embargo el Hombre Araña nunca se movió de mis zapatos. Era sólo un calor, con el peso de él, o similar, lo que trepaba por mi cuerpo. Una sensación que no había tenido nunca y que jamás lograré explicar. Ya no eran los tacos el problema para poder correr. Mis rodillas se paralizaron como si estuviesen soportando el peso de dos cuerpos.  Dos estómagos, dos entrañas, dos corazones.

Se escucharon de repente unos pasos que se acercaban a la habitación. Pero los tacos de mamá parecían haberse transformado en raíces y mi intento de librarme de ellas fue totalmente inútil.

Mi papá abrió la puerta y al verme con los zapatos de mamá, gritó:

—¿Qué hacés?? ¿Qué, sos puto, vos?? ¡Sacate eso, maricón! ¿Para qué te compré los botines, para que te hagas trolo?? ¡Mirame cuando te hablo!

La voz de papá pasó a un segundo plano, creo que siguió gritando un tiempo más. ¿Querés que venda la pelota y te compre unas Barbies!!??... pero ya no me preocupaba ni mi cuerpo ni ningún castigo que pudiera recaer sobre mí.  No podía hacer otra cosa más que pensar en el Hombre Araña, indefenso y frágil, y en mis zapatos. Me desbordaba la desesperación de no poder hacer nada por él más que paralizarme. El problema no eran los tacos altos pensé. Recién entonces comprendí por qué es que Mamá no corría.

—¡Contestame, contéstame, porque te reviento a patadas!! 

Yo ya no escuchaba, lo único que logré hacer fue caminar 2 pasos arrastrando las raíces hasta el Hombre Araña para taparle los ojos y los oídos y abrazarlo. Que no escuche, pensé.  Que no me vea. Que no sienta este llanto.

Sólo entonces comprendí por qué mamá lloraba a escondidas.

 

Rascarse donde no pica

 

No aprendemos nada

con quien nos dice: —Hazlo como yo.

Nuestros únicos maestros son aquellos

que nos dicen: —Hazlo conmigo.

Gilles Deleuze

 

Confieso que al comenzar el escrito me surgieron varios interrogantes: ¿cómo abordar la temática de la violencia de género siendo un varón blanco, heterosexual, cisgénero y de clase media? ¿Está bien que hable sobre este tema teniendo en cuenta todos los privilegios de clase y género de los que gozo? ¿Cómo hacerlo desde la perspectiva de les niñes? ¿Un congreso pedagógico es un espacio adecuado para compartir un cuento? ¿Quién dice que un ensayo o una monografía nos invitan a pensar y repensarnos más que una poesía o una canción? Demás está decir que no encontré ni una sola respuesta, pero ya no me parecen indispensables las certezas para continuar con el texto. Al contrario, quizás no escribimos para hallar respuestas, sino para crear(nos) nuevas preguntas. Eso mismo pretendo de mis alumnes. Que se vayan con más preguntas de las que trajeron a la clase. Que se entrenen en la gimnasia de preguntar absolutamente todo. Donde se les presente una verdad como única e indiscutible ahí hay que preguntar(se) más que nunca.

Richard Rorty, filósofo estadounidense, plantea que hacer filosofía es rascarse donde no pica. No es por desmerecer al tan reconocido filósofo, pero conozco una pensadora popular que me inculcó ese concepto desde la infancia con mucha más claridad: mi abuela Carmen, que con muchos menos estudios, mejor dicho con menos títulos académicos que Rorty, siempre me decía “comer y rascar es cuestión de empezar”. Es un lindo desafío dejar de pensar la acción de rascarse únicamente como el simple acto reflejo paliativo que tenemos frente a una picazón y empezar a pensarlo como disparador para crear nuevas picazones, nuevas inquietudes en el cuerpo. Y bajo esa línea de pensamiento es que intento dar clases. Donde un terreno parece llano, sin interrogantes ni picazones, ahí hay que rascar la llanura con preguntas hasta llegar a la raíz del verdadero aprendizaje: la vivencia.

Gilles Deleuze sostiene que “Aprender no es sino la intermediación entre el saber y el no saber, la transición vivida de uno a otro”. Me encanta la idea de pensar la educación como una transición y no como algo estático. Una mutación permanente, un (re)convertirse constante. Y si quedaba alguna duda sobre esto, llegó una pandemia mundial para poner a prueba nuestra versatilidad como educadores pateando todos los tableros conocidos de la quietud y reafirmando la idea de que la educación es movimiento y enseñar es (con)mover.

Este año les docentes tuvimos que reinventrar(nos) más que nunca y eso fue gracias al compromiso inclaudicable de siempre, pero también gracias a la inventiva, la creatividad y sobre todo a no tenerle miedo a las preguntas nuevas que aparecen en territorios donde solo parecía haber certezas. A pesar de nuestros malos servicios de internet (pagados por nosotrxs), a pesar de que no sabíamos ni usar Zoom, a pesar de que durante los últimos 4 años de gobierno neoliberal desmantelaron el plan Conectar Igualdad que nos proveía de computadoras a docentes y alumnxs, y a pesar de los miles de pesares que nos pesan, la comunidad educativa en su conjunto demostró que los lazos que nos unen no saben de distancias.

De la pregunta crecimos y crecemos, aunque no hallemos la respuesta. Eso es la educación. Caminar. Caminemos entonces para enriquecernos del camino. No para llegar a ninguna meta impuesta por evaluaciones estereotipadas y estandarizadas. Nuestra meta es justamente esa, avanzar. Pero avanzar en equipo, siempre. Aprender no es ni más ni menos que avanzar con el otro. Junto al otro. Me permito entonces parafrasear a otra gran pensadora contemporánea: “donde está la escuela está la patria”, por eso la escuela es el otro.

 

Pies descalzos de adultocentrismo

 

La madurez del hombre es haber recobrado la seriedad

con la que jugábamos cuando éramos niños.

Friedrich Nietzsche

 

Decidí narrar el cuento desde la perspectiva de un niño para poner sobre la mesa el adultocentrismo que reina en la sociedad en general y en muchos ámbitos educativos en particular. Es curioso como en charlas, congresos, capacitaciones y conferencias que tienen como objetivo (re)pensar la educación para les niñes, la voz de les niñes brilla por su ausencia. Así que para continuar reflexionando les propongo que juguemos a ser el niño del relato por un día. Saquémonos los zapatos de adultos para dejarlos en la puerta de la mal llamada “madurez” y pongámonos los botines del niño del relato para adentrarnos en la infancia.

Hoy nos despertamos cantando una canción que se nos pegó porque la escuchan mucho en casa que dice “Agarrala, pégala, azótala / sin miedo que ella no hace nada / mirala, mirala / si se ríe le gusta / yo le doy, tú le das / por delante y por detrás...” No sé bien que significa, o sí, pero no importa mucho. El punto es que la canción es pegadiza e incluso a papá le causa gracia que la cante y hasta me dice que les muestre a sus amigos cómo la canto y la bailo para que ellos se rían también y me feliciten porque “ya soy un hombre”. 

Al mediodía comemos en familia con la tele prendida de fondo y el noticiero que cuenta el femicidio del día como si fuese un número más en una oscura y fría planilla de Excel. Ya es parte del show mediático. El amarillismo con que son tratados estos casos termina causando el efecto de publicidad para estos crímenes. Una publicidad donde siempre sale el nombre de las mujeres víctimas, sus gustos, sus estudios y sobre todo sus fotos “provocativas” en redes sociales. Jamás sale el nombre del agresor, salvo que sea agresora. En ese caso empapelan las pantallas con todos sus datos, su historia y por supuesto sus gustos sexuales. Y pienso “No es para nada raro lo que se vive en mi casa, si todos los días en la tele muestran que así se vive (y se muere) en otras casas”.

A la tarde voy a fútbol para distenderme un poco y ya sé que si pateo bien, papá desde la tribuna me “alienta” y me dice que soy un campeón. Y si pateo mal me dice que soy un pecho frío y que no me va a llevar más porque lo hago quedar mal. Ah, y si me sacan la pelota antes de patear lo insulta al árbitro porque no cobró el foul y si me sacan a mí del equipo se pelea con el técnico porque no sabe nada de fútbol. Después de cenar papá se queda viendo un programa donde las chicas flacas bailan casi desnudas con chicos musculosos y compiten. Papá mientras se ríe le va contando lo que pasa en el programa a mamá. Y mamá, que está lavando los platos, me dice que me vaya a dormir porque ya es tarde. 

Cuando me acuesto a veces lloro, pero muy poquito eh. Lloro a escondidas como mamá, pero ella sí puede hacerlo porque es mujer. Yo en cambio me seco las lágrimas y las contengo aguantando la respiración. Porque los hombres no lloran, ni siquiera a escondidas. Por eso lloro a escondidas mío. Para no darme cuenta. Quizás sea siempre así... Los hombres lloramos a escondidas de nosotros mismos.

 

Volvamos a ponernos nuestros zapatos “adultos”

 

Después de vivir este día promedio, tranquilo incluso, en el que no hubo ningún episodio de violencia (mejor dicho, fue un día lleno de violencias pero ninguna tan explícita como para ser noticia) lxs invito a seguir preguntando, es decir, rascando interrogantes. ¿En qué momento del día nos queda algún margen para preguntarnos si queremos jugar a la pelota o a las muñecas, o a las dos? ¿Cómo podríamos romper esa burbuja de violencia cotidiana en la que vivimos si no divisamos nada malo en ella? Bien, esa es la importancia de la ESI que incluso a veces les docentes y adultos no dimensionamos.

La escuela es el único dispositivo (o al menos, la institución más potente) que puede interrumpir esa cadena y romper con ese mandato de masculinidad homogeneizador de subjetividades que se le impone a las distintas infancias desde una estructura patriarcal, montada para que los chicos crezcan fuertes y violentos y las chicas sean sumisas y frágiles. Y les chiques que no se identifican con ese binomio cultural/sociopolítico impuesto que directamente no existan o vivan presxs de una identidad de género que no sienten propia. O son hombres o son mujeres, no hay más lugar.

No va a ser el padre, ni la tele, ni la industria cultural hegemónica, ni el mismísimo Hombre Araña quien le ayude al chico a divisar que por más que la violencia forme parte de su paisaje cotidiano no debe normalizarla. Si no se violenta a la violencia habitual, la desigualdad vive en calma y lo cotidiano se normaliza, por más anormal que sea.

Va a ser la ESI, dentro y fuera de la escuela, quien lo invite a rascarse donde no le pica.

Para desmontar una estructura tan compleja que actúa disfrazada de sentido común, es necesario pensar la educación sexual de manera integral, no solo a las distintas asignaturas dentro del colegio, sino que debiera extenderse a todos los ámbitos culturales y socioeducativos. Es necesaria para alumnxs, maestrxs, directivos, psicólogxs, dirigentes políticxs, jueces, en el club de barrio, en las cárceles, en las iglesias, en las unidades básicas, en los sindicatos, en los congresos y en un larguísimo, larguísimo etcétera.

El patriarcado es un tramado que atraviesa todas las capas de la sociedad, por eso la única manera de empezar siquiera a hacerle frente es pensar la ESI transversalmente. No puede depender exclusivamente de la buena voluntad y el esfuerzo de les docentes.

Los diseños curriculares y los planes de estudio siguen fomentando las desigualdades. En todo el cronograma de actos escolares no hay ni un solo acto dedicado a una mujer. No hay próceres mujeres. No hay feriados “femeninos”. No hay un himno, ni una sola marcha que forme parte del cancionero escolar obligatorio dedicada a una mujer. El objetivo de estos planes de estudio es claro. Que lxs chicxs crezcan aprendiendo que la patria fue liberada por hombres fuertes y valientes, y que además había algunas mujeres anónimas que solo se dedicaban a cocinarle a los soldados y a veces cosían las banderas.

Por eso la discusión debe ser integral e institucional. Debe haber un Estado que acompañe con políticas concretas, que bregue porque la Ley 26150 se cumpla en todas las provincias del país. Un estado que proteja a lxs maestrxs y además nos capacite.

Este año se lograron grandes conquistas al respecto a nivel nacional que casi pasaron desapercibidas por la pandemia pero me parece importante resaltar algunas como la creación del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad; la Ley de Cupo Laboral Travesti Trans; el lanzamiento del Plan Nacional de Acción contra las Violencias por cuestiones de género y la implementación real de la Ley Micaela (Nº 27499). Además de que es la primera vez en la historia que el poder ejecutivo envía al congreso la ley de interrupción voluntaria del embarazo para que sea discutida y sancionada.

Lamentablemente en CABA vivimos un gran contraste. Solo vemos cómo se siguen desmantelando y recortando los presupuestos de los programas destinados a la igualdad de género.

Considero necesario resaltar estos hechos para dejar de pensar la escuela como una isla escindida de toda patria y contexto. Estas conquistas políticas son también logros pedagógicos. O, mejor dicho, estas conquistas políticas son fruto de logros pedagógicos. Y los retrocesos político-socioculturales que padecemos como pueblo se van a ver reflejados indefectiblemente dentro del aula. Sería injusto exigirle a la escuela que cure al mundo si el mundo está decidido a autodestruirse.

 

De esto sí se habla
 

 En épocas de silencio

el que canta es sospechoso.

R. Santoro

 

Hay una pregunta que me anduvo rondando en silencio desde el principio del escrito y no la descubría, o quizás no me animaba a decirla en voz alta. ¿Es conveniente hablar sobre estos temas siendo profesor de música varón en nivel inicial, teniendo en cuenta que somos el blanco principal de la lluvia de denuncias falsas que se acrecentó notablemente en los últimos años?

Pero esta vez no dudé en la respuesta. Fue, y es, un sí rotundo. Frente al silencio elijo hablar. 

Si bien los sindicatos docentes brindan un gran acompañamiento a lxs docentes en estos casos, debo confesar que siento que no se pone el tema en agenda. Al menos comunicacionalmente hablando. Incluso se habla bastante poco entre compañerxs. Es un tema incómodo, lo admito. Pero si la invitación es a reflexionar en conjunto creo que este tema debe estar sobre la mesa porque genera muchísima angustia y a la angustia no se la combate con silencio. Muy por el contrario, la angustia y el silencio son grandes aliados. 

Mi intención no es entrar en las particularidades de cada caso ni opinar sobre qué debe hacerse con cada causa. No soy abogado, ni juez, pero sí soy docente y militante y hablo desde ese lugar.

El hecho concreto es que en el último tiempo se incrementaron notablemente el número de denuncias a docentes y luego de años se demostró fehacientemente que muchas eran falsas. Años en los que el sufrimiento y el daño causado es irreparable. Tanto a les docentes y directivos como a las familias y sobre todo a les chiques (ya que en muchos de los casos el abusador era el mismo que hacía la denuncia por lo cual les niñes seguían conviviendo con sus abusadores durante ese tiempo).

Llama poderosamente la atención que justo cuando se intenta poner en práctica la Educación Sexual Integral en las escuelas caiga un aluvión de denuncias falsas que sirve mediáticamente para desprestigiar a la docencia y así avivar el fuego de “Con mi hijo no”, consigna que quisieron instalar los sectores concentrados de poder que se vieron amenazados con el avance de la ESI. Y como si ya no les alcanzara la poca “sutileza” del metamensaje de los medios, ahora la Ministra de Educación de CABA, Soledad Acuña, no se anda con indirectas y, para intentar amedrentarnos y aleccionarnos, invita abiertamente a los padres a “denunciar a lxs docentes por posibles casos de bajada de línea”.

Con esto no quiero decir que todas las denuncias son falsas ni pretendo caer en la trampa del reduccionismo sesgado que tanto daño le hace al debate de ideas. Proclamar que todas son falsas per se sería tan simplista y absurdo como afirmar que todas son verdaderas.

Si hay algo que no hay que hacer es restarle complejidad a la discusión. Pero tampoco debemos perder de vista quienes son los principales beneficiarios de esta situación, que casualmente (o no tanto) son los mismos que siempre agitan las banderas de la fragmentación, la violencia y el odio.

 Vi centenares de noticias en diversos medios de comunicación acusando a profesores, exponiendo sus rostros y sus nombres, pero jamás vi una sola desmentida. Nunca vi un seguimiento real del caso. Por eso creo que debemos ocuparnos nosotrxs, como defensores de la escuela pública, de mostrar cómo siguieron esas causas y que no quede instalado solo el titular morboso del diario que lo único que intenta es romper con el tejido de amor y solidaridad que aflora en las escuelas para enemistar a la comunidad educativa. Me ha tocado ver de cerca cómo instituciones en las que sucedieron estos hechos quedaron partidas y costó muchísimo trabajo y dolor volver a ponerlas en pie. Solo gracias a la vocación inagotable de les docentes, directivos y muchísimas familias que acompañan se pudo lograr. Pero no debiéramos naturalizar el sufrimiento, la persecución, el dolor, las injurias. Esto desnuda lo desprotegidxs que estamos. Y es nuestro deber exigir protección de parte del Ministerio de Educación de la Ciudad que en estos casos brilla por su ausencia. Y no hablo de encubrimiento. Al contrario, queremos que los culpables sean sentenciados, sean quienes sean; que las causas no se cajoneen más y se investigue bien a fondo para que se esclarezcan lo antes posible sin tener que pasar por años de juicios estancados que solo generan más dolor e incertidumbre. Hablo de más cargos de psicólogos y psicopedagogos en los gabinetes pedagógicos para que puedan asistir inmediatamente a lxs alumnxs cuando lo necesitan. Hablo de agrandar los Equipos de Orientación Escolar que no dan a basto en ningún distrito de CABA ya que por decisión del Gobierno de la Ciudad fueron desfinanciados. Hablo de una presencia real de la SOJAD (Servicios de Orientación Jurídica al Docente) que nunca llega a tiempo y solo burocratiza más la angustia. Hablo de dar charlas y capacitaciones constantes sobre ESI y violencia de género a toda la comunidad educativa. Debemos exigirlo por nosotres y sobre todo por les pibes.

No tiene que ser un riesgo implementar la ESI, al contrario. Es un derecho y además un deber. No queremos ser docentes “valientes”. Este escrito no pretende serlo tampoco. Simplemente queremos que no haya riesgo alguno. No queremos tener que dejar de cantar canciones en el jardín de infantes porque hablan de la “cola” de una serpiente y se puede malinterpretar. No queremos seguir escuchando que el consejo, siempre bien intencionado, de colegas y superiores para los pocos varones que quedamos laburando en el nivel inicial sea “che, ustedes traten de no hacer canciones con lenguaje inclusivo” o “no se metan en quilombos mejor, que la ESI la den otros con menos riesgo que ustedes”.

A pesar de ello, la implementación de la Educación Sexual Integral en CABA es mucho más concreta que hace unos años y es notable el avance gracias a la voluntad inquebrantable de lxs maestrxs. Pero no por eso tenemos que seguir naturalizando ser los fusibles, ni tener que pagar los platos rotos de la ausencia del Estado.

Les docentes también somos víctimas de la falta la ESI en la sociedad. Muchas compañeras sufren violencia de género todos los días y muchas han sido asesinadas. Como es el caso de Vanesa Talavera, docente del D.E.5 víctima de un femicidio en septiembre de este año. Vanesa participó de este congreso enviando varios borradores expresando su compromiso con la escuela pública y es por eso que quiero dedicarle esta ponencia a ella y a su familia. Ojalá estas palabras sirvan para luchar contra el olvido y la naturalización de tanto dolor. 

Por ella (y por ellas) también es que militamos la ESI en las escuelas. Porque seguimos exigiendo justicia sabiendo que las violencias y los femicidios no se erradican con más mano dura, sino con más educación.

Para ahorrar en cárceles, invirtamos en escuelas.

 

Conclusiones: sensibilizar sensibilidades es la tarea

 

A la pedagogía de la crueldad la combatimos con ternura y creatividad. Por eso es necesaria una educación que (con)mueva, que logre romper los paradigmas instalados del odio.

La filósofa alemana Hannah Arendt nos invita nada más y nada menos que a amar al mundo. “La educación es el punto en el que decidimos si amamos el mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la llegada de nuevos jóvenes, sería inevitable”.

 

Cada persona es un mundo,

y formar ciudadanxs sensibles

que sean capaces

de ponerse en los zapatos del otrx

es asumir la responsabilidad de la hermosura.

Claro

para eso

primero debemos fabricar zapatos

para aquellxs que siempre

han sido obligados a caminar descalzos.

 

La educación entonces,

no es ni más ni menos que fabricar zapatos,

de todos los talles y colores.

Es hacer comunidad,

Es poner en marcha nuevos procesos constituyentes

que rompan los márgenes institucionales obsoletos;

Es más que mezclar y dar de nuevo,

es crear un mazo nuevo de cartas;

Es fundar un mundo más habitable.

Un mundo,

en el que quepamos todos los mundos, 

independientemente

de los zapatos que cada unx tenga.

 

Nota del autor: decidí escribir este texto interactuando y jugando entre el lenguaje inclusivo no sexista y el castellano académico aprobado por la RAE ya que el lenguaje es sin duda un elemento central de nuestra cultura y sería una contradicción gigantesca escribir un texto que hable de la cultura popular y el desafío de trabajarla con jóvenes e ignorar los cambios que ellxs están impulsando en el idioma. El lenguaje también es movimiento, y por ello en cada oración traté de priorizar la claridad del mensaje utilizando el lenguaje más óptimo según mi criterio, pero siempre dejando bien en claro el posicionamiento político que implica dejar de manifiesto la profunda desigualdad de género que impera en el castellano.

 

Referencias bibliográficas

 

-Arendt, H. (1996). “La crisis en la educación” en Entre el pasado y el futuro. Barcelona, Península.

-Bourdieu, P. (2010). La dominación masculina y otros ensayos. Buenos Aires, Anagrama.

-Butler, J. (2018). El género en disputa. Buenos Aires, Paidós.

-Cáceres, F. (2919). “La canción como herramienta de transformación social”. Disponible en https://educacionute.org/wp-content/uploads/2020/04/Caceres-Federico_La-cancion-como-herra-mienta-de-transformacion-social-2.pdf 

-Deleuze, G. (2019). Nietzsche. Buenos Aires, Cactus.

-Foucault, M. (2018). Historia de la sexualidad. La voluntad de saber. Buenos Aires, Siglo Veintiuno.

-Freire, P. (1971). La educación como práctica de la libertad. Buenos Aires, Tierra Nueva.

-Mansilla, G. (2018). Yo Nena, yo Princesa. Buenos Aires, UNGS.

-Preciado, P.B.  (2011). Manifiesto contrasexual. Barcelona, Anagrama.

-Santoro, J.R. (2008) Obra Poética Completa. Buenos Aires, Razón y Revolución.

-Segato, R. (2017). La guerra contra las mujeres. Traficantes de Sueños.

-Skliar, C. y Téllez, M. (2008). Conmover la educación. Buenos Aires, Noveduc.

 

[1] Maestro Nacional de Música con especialización en Percusión. Docente de Educación Musical en JIC 2 DE 20. Profesor de Lenguaje Musical en Esc. de Música N°7 DE 11. Profesor de Percusión en Esc. de Música N°6 DE 13. Delegado de UTE. Percusionista y compositor del grupo Mano a Mano. 

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